Cuentos espirituales. “ Dicen que existe un mago que no tiene galera, ni varita mágica. Tampoco hace trucos con naipes, ni saca palomas que sorprendan al público…”
No se conoce su rostro
y muchos dudan de su existencia. Nadie lo ha visto jamás. Sin embargo hay
personas que aseguran que es real.
Dicen los que creen, que vive dentro de cada uno de nosotros y que se aloja en el alma ni bien nacemos y allí se queda, esperando hacer por nosotros lo que nosotros dejemos que él haga.
Parece ser que el mago
interior es más feliz cuando somos niños. Más pequeños somos, más se impone su
magia y su amoroso poder en nuestras vidas.
Dicen también que por eso los niños sonríen más y
ríen a carcajadas aún sin motivo. Por eso también, sostienen algunos, los niños
creen que todo es posible, que el mundo les pertenece, que la fantasía es cosa
de todo los días y que cualquier sueño es posible.
Cuentan algunos que cuando dejamos de ser niños y nos
convertimos en adultos, el mago comienza a sentirse solo y muchas veces inútil.
No se trata de que haya perdido sus amorosos poderes
mágicos, sino que los adultos no suelen creer en la magia. Sin embargo, el mago
no se resigna, no le importa cuántos años vayamos cumpliendo o los motivos que
hayamos tenido para dejar de creer en la magia. Él insiste e intenta sacarnos
una sonrisa a pesar del cansancio, un buen gesto a pesar del enojo, y nos
regala un sueño a pesar de la desesperanza.
No es fácil su tarea porque a medida que el tiempo pasa, algunos corazones se vuelven duros, muy duros. Pero dicen los que creen que quienes no abandonan a su mago, quienes a pesar de los años lo siguen escuchando, más que magia encuentran milagros: El milagro de no perder la sonrisa, ni la capacidad de reír.
El milagro de creer que por grande que uno sea, los sueños no son realidades futuras. El milagro de saber que la verdadera magia de la vida se aloja en nuestro corazón, que es nuestra y para todos y que siempre está ahí esperando a que nos decidamos a ser un poco más felices cada día.

