Una
parte importante de la calidad de nuestra vida es directamente
proporcional a la capacidad de gestionar la incertidumbre. No es la mejor
compañera de viaje, ni la más apetecible, pero cada cierto tiempo -y en muchas
más ocasiones de las deseadas- vuelve aparecer a nuestro lado, nos acompaña por
mucho que no nos guste.
Como
la cadena alrededor de los tobillos de un preso, la incertidumbre se convierte
en esa pesado lastre que nos frena y nos impide avanzar libres. Es algo
que provoca preocupaciones, ansiedades y
miedos, nos roba la energía, la esperanza y
hasta el presente,
a base de agoreras predicciones sobre el
futuro.
Lo
curioso es que cuanta más seguridad y certeza necesitemos, más tiempo se
quedará con nosotros y más sufriremos, porque la obsesión por la seguridad y el
control provoca justo el efecto contrario, de hecho aumenta la inseguridad en
el presente.
1. NO PODEMOS VIVIR HUYENDO DE LA VIDA
Pero si hay algo que uno va aprendiendo con los años es que no podemos vivir huyendo de la vida, ya que la huida
nos encoge el corazón, reduce el coraje y la capacidad de reacción, debilita
nuestros músculos emocionales; nuestra fuerza de voluntad se agrieta, nuestra
anémica identidad sufre y lo que necesitamos es una buena dosis de coraje, sin
embargo no hay pastillas para el coraje y la determinación.
Eso
que nos hace dudar, eso que tememos, ese obstáculo que no queremos ver y que
procuramos evitar, ese es precisamente el camino que debemos seguir, porque el
obstáculo es el camino. Ese «problema» que nos llena de tensión, ese el reto
que la vida pone en nuestro camino para poder superarnos.
En ese obstáculo está escondida la puerta de nuestra libertad, esa que nos libera del lastre de la duda y la preocupación, es la puerta del coraje y la determinación para enfrentarnos a nuestro destino.
Huir
es morir en vida, porque cada uno de nosotros sabemos cuándo estamos
escondiéndonos o esperando que la tormenta pase, esperando a que algo pase,
pero lo único que pasa es el tiempo, que es la materia prima de la cual está
construida la vida, y si perdemos ese preciado tiempo, se nos escapa la vida
esperando a vivir.
Aunque también sabemos -y sobre todo sentimos- cuándo estamos siendo valientes y enfrentándonos a nuestros demonios, cuando damos un paso al frente a pesar de los miedos, cuando nos atrevemos y somos fieles a nuestro destino.
2.
CUANDO NO ESTAMOS DISPUESTOS A FRACASAR NO PODEMOS TRIUNFAR
Si
no estás dispuesto a equivocarte jamás podrás progresar. El paso previo de la
maestría es la ignorancia, estar dispuestos a reconocerla, a reconocer que no
sabemos suficiente, que nos vamos a equivocar, que tenemos que aprender y
mejorar. Yo no soy, ni jamás seré un experto en nada, seré siempre un eterno
estudiante. Un experto es alguien que proclama Yo ya sé y
desde ahí es difícil aprender.
Así
que hazlo mal si es necesario, pero hazlo. Empieza, lánzate, equivócate, cáete,
pero cáete hacia delante, ya irás mejorando. No hay otro camino, no hay
garantías, no existe esa seguridad que nuestro cerebro
quiere creer que existe y, a veces, busca
desesperadamente.
No es cuestión de no tener miedos ni dudas, que estarán ahí, sino de encontrar un porqué tan grande, una poderosa razón que nos impregne de coraje y determinación. Un sueño, un propósito que te llene energía y un compromiso ante ti mismo más grande que todos los miedos.
Hay
mucho escrito y se sabe que los grandes arrepentimientos de la vida no son por
lo que hemos hecho, sino por lo que no hicimos. Uno de los grandes
arrepentimientos al final de una vida es el tiempo perdido, la energía
desperdiciada y el sufrimiento inútil por el exceso de preocupación
sobre el futuro.
Si pero ¿y si me equivoco…?
¿Cuál
es la consecuencia del error? Experiencia y aprendizaje. Y sigues avanzando,
sigues cayéndote, sigues aprendiendo, sigues acercándote a tu objetivo, te
haces cada vez más fuerte en todos los sentidos.
Lo cierto es que si te quedas donde estás, si no tomas decisiones, si te paras, no te quedas dónde estás porque el mundo sigue avanzando; si te quedas donde estás, retrocedes y te caes. Entonces te preguntarás qué ha pasado. La respuesta es simple: dejaste de caminar, dejaste de aprender, de atreverte, de vivir.
Decide que el obstáculo es el camino, avanza hacia eso que temes, porque entonces comenzará la transformación, esa en la cual creces y floreces desde el interior, es cuando sientes que estás atreviéndote, siendo fiel a tu destino, cuando sientes que la trayectoria es ascendente, de progreso, que te diriges hacia aquello que puedes llegar a ser. Es entonces que la vida tiene más sentido, es cuando asumimos la responsabilidad personal de nuestra vida.
Nos
sentimos como vivimos, nos sentimos como nos comportamos. La pregunta es ¿cómo
nos comportamos? ¿Nos comportamos con determinación, como víctimas o lo hacemos
con coraje y valentía ante la vida?
La
respuesta no depende de los demás, no depende del mundo, la respuesta y esa
responsabilidad recae sobre cada uno de nosotros.

